sábado, 25 de octubre de 2008

JOHN McCAIN Y AUGUSTO PINOCHET


De acuerdo a documentos desclasificados recientemente, el actual candidato republicano a la Casa Blanca John McCain se reunió en diciembre de 1985 con el, entonces, dictador chileno Augusto Pinochet. La visita fue coordinada por el embajador de Chile en Washington, Hernán Felipe Errázuriz, quien consideraba al congresista McCain como un conservador anticomunista amigo y próximo de la dictadura chilena.

El fantasma de Pinochet irrumpe en las actuales elecciones norteamericanas como una mancha maloliente en la trayectoria del aspirante republicano, quien ha proclamado a los cuatro vientos que no se reuniría con “dictadores”. Augusto Pinochet no requiere, a esta altura, presentación alguna, pues ha quedado inscrito en la historia como el general que traicionó al presidente constitucional Salvador Allende en una sórdida conspiración que mezcló dólares y asesinatos, sumiendo a Chile en uno de los periodos más oscuros de su historia.

La visita de John McCain no resulta un incidente aislado. Es un hecho de la causa que fue el gobierno republicano de Nixon y Kissinger el que concibió y financió el cruento golpe de estado del 11 de septiembre de 1973, sosteniendo una dictadura que desplegó la tortura, el crimen y la brutal represión en Chile durante casi dos décadas.

No podemos olvidar que la visita de John McCain a su amigo Augusto Pinochet se produjo después de que la policía secreta del régimen chileno, DINA, perpetrara el asesinato en la capital norteamericana del ex canciller Orlando Letelier y su secretaria Ronnie Moffitt en septiembre de 1976, en un acto violatorio de las leyes estadounidenses y que no dudaríamos en calificar de terrorismo internacional.

John McCain se ha mostrado ante los votantes de su país como un respetable veterano de Viet Nam, un “héroe de guerra” y paladín de la democracia, un sonriente hombre maduro de pelo cano. La información proporcionada por John Dinges nos devela en cambio, a un hombre muy parecido a George Bush, un político dispuesto a tratar con los peores sátrapas del mundo con tal de defender espurios intereses.

El entorno de la candidatura republicana hará todo lo posible por opacar y minimizar esta “anécdota” en la biografía del candidato, sin embargo, lo cierto es que se trata de un hecho que desnuda el perfil político del aspirante John McCain: uno de los últimos representantes de aquella estirpe republicana que se formó en el añejo discurso anticomunista de la Guerra Fría, un ultra conservador ligado al Pentágono, defensor de las grandes corporaciones y de la hegemonía imperial estadounidense que desprecia la democracia de países pequeños, como Chile.

La figura de John McCain, un congresista estadounidense que se reunió con Augusto Pinochet, y no precisamente para hablar de democracia o derechos humanos, carece de la necesaria estatura moral para aspirar a la presidencia de los Estados Unidos. La candidatura republicana encabezada por John McCain ofende a todos quienes durante décadas han luchado por los derechos fundamentales y la dignidad de las personas, no sólo en Chile, sino en el mundo entero. Es de esperar que los votantes norteamericanos sepan hacer esta distinción a la hora de elegir a su mandatario.

domingo, 12 de octubre de 2008

CRISIS FINANCIERA MUNDIAL: RIESGOS POLITICOS PARA AMERICA LATINA

La actual crisis financiera mundial encuentra su mejor analogía en aquella depresión del capitalismo sufrida en 1929. En aquella ocasión, América Latina no sólo sufrió las consecuencias económicas de una catástrofe bursátil sino que pagó un alto precio político. En efecto, a raíz del colapso de las bolsas, y en los años inmediatos se verificaron en la región 16 golpes de estado. La crisis de Wall Street que se desarrolla por estos días no sólo tendrá consecuencias económicas desde México a la Patagonia sino que augura tormentas políticas en una zona del mundo que con mucha dificultad intenta reconstruir sistemas democráticos.

El riesgo inmediato de una crisis financiera de escala global, para muchos países de Latinoamérica, es la desestabilización de sus precarios sistemas democráticos. La caída de las exportaciones, así como la depreciación de las materias primas en los mercados internacionales, sólo augura un dramático crecimiento del desempleo, una disminución de las tasas de crecimiento y el aumento de la conflictividad social. Un cuadro tal es el terreno propicio para tentaciones populistas y nacionalistas, tanto de derechas como de izquierdas.

Las democracias latinoamericanas han advenido, como norma general, tras experiencias traumáticas, como han sido las guerras civiles en América Central o las atroces dictaduras de gran parte de Sudamérica. Esto significa que la tradición ilustrada-republicana del siglo XIX no mantuvo su continuidad histórica y cultural, por más que se haya intentado su restitución formal en muchos de esos países. Las características de sus modelos productivos y la subsecuente estratificación social mantienen rasgos premodernos en muchos de sus aspectos, constituyendo un grave déficit social y cultural en todos los países de la región. Dicho en pocas palabras: América Latina no posee, hoy en día, una tradición democrática arraigada en su cultura.
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Las políticas monetaristas aplicadas como dogma por el Fondo Monetario Internacional sólo han acrecentado la vulnerabilidad social de los sectores más pobres y de las naciones en su conjunto. Basta examinar las experiencias recientes en Argentina, Bolivia o México. En este mismo sentido, ni siquiera en aquellos países modelo, como es el caso de Chile, las políticas neoliberales han sido eficientes, pues todos los índices señalan a este país como uno en que la distribución de la riqueza es escandalosamente injusta. Si a lo anterior se agrega una corrupción estructural en la mayoría de las naciones latinoamericanas, y políticas ineficientes en ámbitos tan sensibles como el de la salud y la educación, el panorama es desolador.

La crisis financiera de alcance mundial es un riesgo gravísimo para los actuales sistemas políticos en América Latina, pues quiérase o no, sufrirán el embate económico y político de gobiernos y corporaciones del mundo desarrollado, interesados en preservar sus intereses en la región al menor coste posible. Pero al mismo tiempo, nuestras frágiles democracias deberán enfrentarse con las demandas de sus pueblos sumidos en la miseria y la cesantía. Si como han previsto los expertos, esta primera gran crisis del siglo XXI será larga y dolorosa, el horizonte latinoamericano es más que inquietante, pues la historia enseña que cuando se debilitan los cauces políticos surge, inevitable, la violencia.-

sábado, 11 de octubre de 2008

BARACK OBAMA: PRESIDENTE

Hasta hace pocos meses, muchos miraban con escepticismo un posible triunfo de Obama en las elecciones internas del partido demócrata ante la tenaz oposición de la senadora Hillary Clinton. Y muchos más creían prácticamente imposible que el valiente senador afroamericano tuviese una posibilidad cierta de llegar a la Casa Blanca. Los hechos y los sondeos de opinión, hoy, demuestran lo contrario.

El senador por Illinois, Barack Obama se erige como el candidato con las mayores posibilidades de alcanzar la presidencia de los Estados Unidos, en noviembre próximo. Este triunfo se explica por varios factores, entre los cuales ya hemos destacado su peculiar campaña electoral que ha abandonado el verticalismo “broadcast” para instalarse en la horizontalidad “podcast”. Este fenómeno inédito en el ámbito de la comunicación política viene acompañado por un sólido discurso filosófico-moral arraigado en la tradición norteamericana que sustituye a las “ideologías” con inusitada eficiencia en una sociedad que reclama un cambio frente a las políticas excluyentes basadas en el miedo, propias de la administración Bush. El resultado está a la vista: un movimiento social multicultural por el cambio, catalizado por las nuevas tecnologías que atraviesa la Unión Americana de costa a costa.

La actual crisis financiera mundial, y la subsecuente inestabilidad de los mercados, no ha hecho sino fortalecer la candidatura de talante reformista del senador Obama, desdibujando las pretensiones de su oponente como mero continuismo de la actual administración. Sin embargo, se trata de un arma de doble filo, pues en definitiva el gobierno actual lega a los demócratas un país al borde de la recesión, con un abultado déficit fiscal derivado de una guerra impopular y difícil de justificar.

Las grandes tareas de la administración Obama se pueden resumir en cuatro grandes cuestiones. Primero, estabilizar y reimpulsar la economía estadounidense mediante la regulación de los mercados y la inversión pública en proyectos de alta tecnología, reformulando los fundamentos mismos del capitalismo. Segundo, propender a un nuevo orden político mundial que instale a los Estados Unidos como un actor preponderante, en cuanto una potencia democrática capaz de asegurar la paz mundial. Tercero, construir en su país un nuevo “contrato social” que asegure las oportunidades y la prosperidad a sectores pauperizados y excluidos. Cuarto, enfrentar con decisión los desafíos medioambientales y culturales que afligen a la humanidad toda.

Al igual que Franklin D. Roosvelt, el futuro presidente Barack Obama recibe una nación sumida en la más grave crisis económica-financiera de los últimos ochenta años, con el agravante de que esta vez se trata de una catástrofe que por su naturaleza global no se puede resolver en los límites de las políticas domésticas. En este sentido, el desafío para la próxima administración es mayúsculo: nada menos que poner los cimientos del mundo del siglo XXI. Los problemas que enfrenta actualmente Estados Unidos exigen, como nunca antes, actualizar aquella frase “Think Big”. En pocas palabras, si los norteamericanos pretenden seguir siendo la primera potencia del mundo en este siglo deberán dar un gran salto tecno-económico, político, social y cultural; es decir, ser capaces de estar a la altura de los padres fundadores y protagonizar una Revolución Americana 2.0.