Hace algunas décadas, nuestros padres insistían mucho en un concepto que nos resultaba difuso cuando niños: “cultura general”. Tener cultura general era estar advertido del mundo en que vivíamos: conocer el mapa y las capitales de otros países lo mismo que reconocer a tal o cual personaje de la historia antigua o reciente, nacional o extranjero.
Se suponía que un bachiller, actual cuarto medio, poseía una amplia “cultura general”. Es decir, tanto la educación como las lecturas personales del joven egresado le habían dado un marco de referencia histórico, geográfico, filosófico y ético que le permitían actuar como un ciudadano responsable.
La reciente encuesta dada a conocer por la “Fundación Futuro” es preocupante. Es cierto que nadie está obligado a conocer la capital de Australia o al autor de “Aída”, pero las cifras están denotando un abismo soterrado: una amplia mayoría de chilenos carece de “cultura general”, es decir, no alcanza el nivel de un Liceo aceptable.
Este fenómeno de una cierta “ignorancia de masas” no es privilegio de este rincón del mundo, es un síntoma lamentable que recorre el mundo contemporáneo. Esto se explica en parte por el declive de la llamada “ciudad letrada”, lo que significa que pocos leen prensa impresa y aún menos visitan las bibliotecas y menos todavía leen libros. Aquella ciudad ilustrada va cediendo su espacio histórico a la ciudad virtual, ciudad de efímeros lenguajes audovisuales.
Así, aquel mundo ilustrado anclado en la convicción, va siendo reemplazado por el mundo de la seducción, es decir de los gustos. Cuando los gustos, que en el límite se convierten en “modas” o “caprichos”, adquieren el protagonismo cultural, lo que se erosiona es toda posibilidad de establecer valores trascendentales y con ello la posibilidad misma de reclamar jerarquías legítimas y disciplinarias.
Los medios de comunicación han extendido las leyes del mercado al mundo de las imágenes y con ellos las estrategias del “marketing” que modelan a su antojo el imaginario de las nuevas generaciones. Por ello se habla hoy del “psicopoder” de la hiperindustria cultural y, los más pesimistas, de la “cultura de la incultura”.
El riesgo de una “sociedad de ignorantes” con alta tecnología, es perpetuar un orden de cosas que implica degradación de la biosfera, pauperización de gran parte de la humanidad y una violencia real y simbólica globalizada, en que la democracia es una pura “performance” estadística y televisiva. Un horizonte posible de una sociedad tal bien pudiera ser el autoritarismo globalizado, es decir, la barbarie.
lunes, 3 de marzo de 2008
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1 comentario:
Aunque suene elitista: Estoy de acuerdo. Falta una cultura massmedial que construya una apología de la cultura. La Alemania guillermina se inventó un cuento: El sistema educacional como Bildung, en un entorno de Aufklarung. ¡Que decir de los franceses!. ¡Hasta en la ominosa DDR eran más informados que nosotros!
La gracia está que hoy, gracias a Levinas, los "postmodernist" y otros más sabemos los limites y somos hijos de las luctuosas consecuencias de traspasarlos.
A propósito de la campaña de TVN "Grandes Chilenos", me faltan varios, empezando por Bilbao, las pedagogos y pedagogos alemanes que llegaron a principios del XX, los tipógrafos del XIX-XX, Lichputz, Maturana, Pedro Aguirre, Amanda Labarca.. incluso Mario Gongora.
Oiga profe... me enteré que lanza un libro... en papel... Y no me llegó invitación. Estoy sentido. Espero compensación.
saludos fraternales,
Jorge
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