A nadie debiera sorprender el hecho de que muchos ministros del futuro gabinete del gobierno Piñera estén ligados a grandes intereses económicos. El gobierno de la derecha cristaliza, precisamente, el maridaje entre el Estado y el capital. Esta constatación que, a primera vista pudiera parecer académica y teórica, dejará de serlo en cuanto los nuevos rostros ministeriales orienten las políticas públicas hacia un fortalecimiento del mercado en todos los ámbitos de la vida social y económica del país.
Se equivocan quienes creen advertir en el “Team Piñera”, un énfasis tecnocrático en desmedro de lo propiamente político. Estamos frente a un equipo que va a ejecutar, de manera fría y eficiente, las decisiones políticas de un gobierno empresarial. Se equivocan también quienes estiman que este nuevo gobierno va a debilitar al Estado a favor del mercado, por el contrario, de lo que se trata es de poner las políticas y la institucionalidad del Estado al servicio del gran capital, nacional y extranjero, inspirado en el credo neoliberal.
El gabinete del señor Piñera presente una gran homogeneidad política y social, se trata, en rigor, del gobierno de “la derecha”. Cada uno de los nominados está ligado genéticamente a la “clase alta”. La racionalidad política que inspira al gobierno de Piñera – no obstante - hace que sus ministros sean, más allá de sus méritos personales, figuras subalternas. Cada uno de los ministros ha sido convocado como director de probada experiencia en grandes empresas o académico con pergaminos en los “Think Tanks” del liberalismo. A cada uno de ellos se le ha colgado al cuello un PenDrive en que está codificada en lenguaje digital la voluntad política de la derecha chilena en este año bicentenario.
Entre todos los nuevos ministros, hay un caso de excepción. Se trata de un concertacionista reconocido que ha tomado la decisión de renunciar a su partido para integrar el elenco piñerista. Como suele ocurrir con personajes que cambian de tienda política de manera tan súbita como impensada, deben cargar con un aura de desconfianza, tanto entre quienes lo ven alejarse como entre quienes acogen al advenedizo. Se advierte en el nuevo gobierno la astuta estrategia de atraer a un democristiano a sus filas como un modo de mostrar y demostrar la transversalidad de un mandato de “unidad nacional”.
La presentación del nuevo gabinete que entrará en funciones a partir del 11 de marzo en nuestro país, ha dejado en claro quienes van a gobernar Chile los próximos cuatro años. Para quienes pudieran pensar que la connivencia entre el Estado y el capital es una pura abstracción, debieran revisar la lista de empresas ligadas, de manera directa o indirecta, al nuevo gobierno, incluido el primer mandatario electo, y que incluyen clínicas privadas, gigantes del retail, grandes empresas de la minería, empresas de comunicaciones, empresas de inversiones y aerolíneas, entre muchas otras.
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