viernes, 7 de noviembre de 2008

ANTES Y DESPUES DE BARACK OBAMA

La historia nos enseña que al igual como el viento parece concentrarse en un punto del velamen de un navío, las fuerzas sociales convergen en un punto espaciotemporal en torno a un liderazgo que las anuda. Tal es el caso del electo presidente afroamericano Barack Obama, hasta hace poco, un senador por Illinois muy poco conocido en el mundo.

Hay un antes y un después en la elección de Obama en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos. Podemos reconocer este punto de inflexión en la historia estadounidense no sólo por el hecho de que un candidato afroamericano haya sido electo para ocupar la primera magistratura, superando siglos de marcados prejuicios raciales sino por un giro copernicano en la política de la primera potencia mundial.

El triunfo de Barack Obama representa la más contundente derrota del “miedo” en la sociedad estadounidense. Ha sido derrotado el miedo utilizado con astucia por la administración Bush para arrastrar a su país a la guerra, pero también ha sido derrotado, parcialmente, el miedo de inspiración racial. En última instancia se ha derrotado el miedo al cambio en una sociedad marcada por el conservadurismo. Este fenómeno delata una transformación del imaginario social en los Estados Unidos e inaugura una nueva era en la política de aquel país.

Las nuevas generaciones de la Unión Americana se han expresado a favor del cambio, lo que supone nuevos énfasis políticos en la Casa Blanca. Este talante renovador en una de las sociedades más avanzadas del planeta anuncia algo que ya está en el aire en muchas partes del mundo, una mutación histórica de aquello que se llamó la “conciencia burguesa”. Asistimos a los primeros síntomas de un ajuste estructural entre una nueva sensibilidad o “ethos cultural”, incubado en las sociedades desarrolladas desde hace algunas décadas y los diseños políticos que se requieren en tiempos de la globalización. Este ajuste no es ajeno, desde luego, a las condiciones materiales que lo hacen posible. La actual crisis financiera y la recesión económica que ha originado está marcando un límite: se requiere un salto cualitativo de índole tecno-económico.

El triunfo de Barack Obama debe ser puesto en una perspectiva de cambio histórico: un proceso de renovación de las sociedades burguesas del siglo XXI precipitada por la noción de crisis. A la reconfiguración tecno-económica del capital inaugurada en la década de los ochenta se sigue un reajuste global a un modelo defectuoso y una corrección política de envergadura. La crisis que enfrentamos no atañe sólo a las finanzas y la economía, ni siquiera se trata solamente de una guerra distante e injustificable: se trata de algo más profundo que compromete el modelo de desarrollo, cuyos síntomas son la crisis medioambiental, la crisis alimentaria y la crisis de los combustibles, por mencionar las más inmediatas.

Barack Obama encarna un nuevo liderazgo que recoge las demandas democráticas y multiculturales, pero que se hace cargo también del malestar generado por una recesión económica de escala mundial que promete ser larga y severa. Los desafíos para el próximo gobierno demócrata son mayores y se pueden resumir en algo así como reparar todo el daño ocasionado por el gobierno Bush en todos los ámbitos. Estabilizar la economía doméstica y mundial, reinstalar a los Estados Unidos en el mundo como potencia política y económica, reconstruir el tejido social asegurando oportunidades para los marginados, tales son las tareas urgentes que deberá asumir el nuevo presidente.

El presidente Obama ha logrado concitar el apoyo de su pueblo en torno a las palabras “cambio” y “esperanza” y les ha señalado que “sí se puede” cambiar el mundo. Todos los pueblos de la tierra asisten al momento estelar en que los estadounidenses procedentes de muchas culturas, parecen haber vencido, en parte, sus propios fantasmas, sus propios miedos. Un indispensable primer paso cada vez que se trata de enfrentar lo desconocido, las grandes empresas en la historia.